Precursores del Toledo de las tres culturas

LOS “PILARES” DE LA PRIMADA (2)

En la anterior entrega de este reportaje intentamos resumir los primeros pasos de la iglesia de Toledo y la de sus primitivos obispos. Continuamos ahora el trabajo abordando el episcopologio toledano en el periodo comprendido entre la reconquista de la ciudad y la unificación de los antiguos reinos de España. Y descubrimos, a pesar del complejo contexto histórico, el legado de un grupo de prelados que contribuyeron a la concordia entre árabes, cristianos y judíos, e hizo germinar la riqueza cultural que caracteriza desde entonces a la ciudad y a la catedral Primada.

 El XII concilio de Toledo del año 681 presidido por el obispo San Julián (680-690), puede ser considerado el germen de la primacía eclesiástica de la diócesis toledana ya que facultó al arzobispo metropolitano de Toledo la potestad de elegir, examinar y consagrar a los obispos de cada una de las metrópolis hispanas, además de la propia. Pero, como apuntamos en la primera entrega, también fue determinante el trabajo de los obispos predecesores.

El canónigo emérito toledano don Ramón Gonzálvez Ruiz, lo resume en su obra San Ildefonso y otros Obispos de la Iglesia Visigótica y Mozárabe (2018) diciendo que  “la centralidad de la iglesia de Toledo, consolidada en el mundo visigodo y prolongada en época mozárabe, se movía en torno a los siguientes ejes; a) la primacía jurisdiccional del metropolitano de Toledo surgida del concilio XII de Toledo; b)la centralidad de dicha iglesia como modelo en lo canónico y lo litúrgico; y c) el prestigio derivado del conjunto de sus grandes Padres y escritores del SVII; san Eugenio II, el poéta y músico, san Ildefonso, el catequista y mariológico, y san Julián, el teólogo, liturgista y cronista de guerra”.

La invasión árabe de la ciudad (711/1085), supuso un duro revés para el cristianismo, en Toledo y en el resto de la península; los musulmanes prohibieron el culto cristiano, convierten la primitiva catedral de Toledo en su gran mezquita “aljama” (Ula Camii), y el último obispo toledano visigodo Sinderedo (710 /713), tiene que huir a Roma. Sin embargo, los califas se relacionaron con los cristianos sometidos que pagaban impuestos y que comenzaron a ser llamados “mozárabes” y, sesenta años después, los musulmanes permiten que la iglesia católica vuelva a tener un representante en Toledo con el  primero de los obispos mozárabes, Cixila (774-783), que recuperara el culto católico en la iglesia de Santa María de Alfizén (como basílica episcopal), y en las de Santa Justa y Santa Eulalia.

Su sucesor, el también obispo mozárabe Elipando (783 y-807), llega incluso a un acercamiento entre el cristianismo y el islamismo en Toledo que la iglesia de Roma tachó como herejía en el concilio de Frankfurt de 794 promovido por Carlomagno (“adopcionismo cristológico”). Pero, paradójicamente, el prelado hereje que ostentó por primera vez el título de arzobispo de Toledo, fue asesinado años después por los musulmanes en la llamada “jornada del foso” del año 807, y acabó siendo reconocido como santo por la iglesia, al igual que su sucesor, san Eulogio de Córdoba, que murió mártir en Sevilla en el año 859 antes de que pudiera tomar posesión del cargo primado en la catedral de Toledo.

Protagonistas de la concordia cultural

Tras la expulsión de los árabes en 1085, la catedral retoma el culto cristiano con apenas un cambio de orientación del presbiterio ya que el Rey Alfonso VI ordena respetar su estructura así como las tradiciones y el culto mozárabe. Y aunque su esposa Constanza promueve al francés Bernard de Sedirac como nuevo arzobispo de Toledo (Bernardo de Cluny), y le insta a eliminar cualquier vestigio islámico en la ciudad y en su mezquita-catedral, se impone la inteligente voluntad del monarca español y comienza, desde entonces, una época de concordia cultural en la ciudad y en toda la diócesis que, a lo largo de los años, se fue materializando en la riqueza arquitectónica y artística que caracteriza a Toledo, ejemplo de convivencia y crisol de culturas.

Alfonso VI, volvió a hacer gala de su carácter integrador y se ganó el respeto de los musulmanes derrotados en combate ofreciéndoles la posibilidad de abandonar la ciudad llevando consigo sus bienes (si rechazaban la sumisión), o de permanecer en ella manteniendo sus propiedades, con la estabilidad del régimen fiscal, la libertad de religión y el uso de sus principales edificios de culto (si le aceptaban y reconocían como rey).

El rey Alfonso VIII confiere por primera vez el cargo de Canciller Mayor de Castilla al arzobispo Martín de Pisuerga (1206), y este arcediano palentino utiliza su poder para apoyar a los mozárabes en los territorios ocupados por los musulmanes, además de poner en marcha la primera campaña de evangelización con sacerdotes bilingües.

El Papa Urbano II vuelve a conceder al templo el título de Catedral Primada del Reino de España (1.088), antes incluso de que Honorio III autorizase las obras de un nuevo templo gótico, que comenzaron en 1.227 bajo el mandato de Rodrigo Jiménez de Rada. Y el arzobispo fundador de la actual catedral toledana, en un nuevo gesto de concordia, ordena mantener los pocos elementos que quedaban de la mezquita musulmana y que aún pueden verse en la Primada, como la columna islámica de la Capilla del Sagrado Corazón, los fustes marmóreos que guarnecen el exterior del coro, o los arcos entrecruzados de estilo califal en el triforio de la capilla mayor y en el de la girola.

A Jiménez de Rada le siguieron otros que, a pesar de las estrictas medidas evangelizadoras de la época, consiguieron mantener la armonía cultural que desde entonces caracteriza a la que posteriormente se conoció como la Toledo Imperial (época que será analizada en la próxima entrega). En la revista centramos la mirada en unos pocos, pero en la lista del episcopologio del Toledo de la Concordia aparecen, por orden, Martín de Pisuerga, Jiménez de Rada, Juan de Medina de Pomar, Gutiérrez Ruiz de Olea, Sancho de Castilla, Domingo Pascual, Sancho de Aragón, Rodríguez de Covarrubias, García Gudiel, Díaz Palomeque, Gutiérrez Gómez de Toledo, Juan de Aragón, Martínez de Luna, Gil Álvarez de Albornoz y Luna, Gonzalo de Aguilar, Blas Fernández de Toledo, Gómez Manrique, Pedro Tenorio, Pedro de Luna, Sancho de Rojas, Juan Martínez de Contreras, Juan de Cerezuela, Gutiérrez Álvarez de Toledo y Alfonso Carrillo de Acuña.