05 Oct OCHO SIGLOS DE LA CATEDRAL DE TOLEDO
Entre los tesoros histórico artísticos de España destacan sus catedrales. Testimonios en piedra del esplendor de un pasado, que sigue vivo como lugares de culto y centros de cultura. Recorrer la historia del solar hispano es hacer la ruta de sus catedrales. Al entrar en ellas nos trasladaremos a nuestro medievo como la gran época de estas asombrosas construcciones, pero también a siglos posteriores en que se erigieron algunas y se reformaron y completaron otras. Santiago de Compostela, León, Burgos, Sevilla, Zamora, Salamanca, Zaragoza, Segovia, Jaén, Granada y, como no, Toledo, son nombres de ciudades que nos remiten al nombrarlas a sus catedrales. Muchas más me vienen a la memoria, y en mis viajes por España el visitarlas ha sido parada obligada. La impresión que tuve siempre es que el genio creador hispano se volcó en un largo periodo de nuestra Historia en estas construcciones prodigiosas. En todas ellas encontré algo singular que las hacía únicas: un altar, la sillería del coro, una reja, una pintura, una pieza de orfebrería destinada al culto, bordados en vestiduras litúrgicas de especial belleza, en fin arte, arte, arte. Y desde entonces quedaron en mi memoria y enriquecieron mi sensibilidad en el aprecio a la obra bien hecha que es lo que perdura. En algunos casos, precisamente en la Catedral de Toledo, llegué a sentir el síndrome Stendhal; pues ante mis ojos se iban sucediendo maravillas desde que traspuse la puerta del Mollete y llegué a la capilla de la Ascensión, donde se debe vencer la emoción para seguir avanzando, allí quise ver la mesa de Salomón sobre la que pendían las coronas votivas de los reyes visigodos, pues la actual catedral se levanta sobre el antiguo templo visigótico, luego sustituido por la mezquita mayor. Al recorrer las naves del templo se sucedían las capillas, sin que casi me pudiera detener ante ellas. Más al llegar a la de la Virgen y ver los escudos del cardenal Sandoval y Rojas, recordé la protección que tuvo este sobre grandes literatos de su época como Cervantes y Góngora. Si las sorpresas habían sido muchas, la llegada a la Sacristía me sumergió en una cámara de las maravillas: la bóveda con los frescos de Lucas Jordán, las pinturas de Juan de Borgoña, Van Dyck, Goya, me emocionaron, pero sobre todo El Expolio del Greco, los ojos de Cristo, producen una impresión que trasciende a la condición de creyente o no creyente de quien observa la pintura enmarcada en el soberbio retablo encargado por arzobispo Luis María de Borbón. Al seguir avanzando me encontraría con la historia de la Castilla bajomedieval en la capilla de los Reyes Nuevos, a ella seguiría la maravilla de las capillas de Santiago y San Ildefonso, el prodigio barroco del Transparente y finalmente la capilla mayor, su reja y la sillería del coro. El fulgor del retablo mayor goticoflamígero, la grandiosidad de la reja y la sillería del coro, solo daban lugar en mi mente al asombro.
He querido celebrar la efeméride de los ocho siglos de la actual catedral primada recordando mi visita y las notas que tomé al llegar a Madrid. Mis recuerdos se suman a mis felicitaciones al cabildo catedralicio toledano.
Carmen Iglesias
Directora de la Real Academia de la Historia