18 Dic Las campanas eternas de Toledo
Toques litúrgicos, avisos para la población o señales sonoras que marcan las horas desde el campanario catedralicio. Tañidos milenarios que nacen desde la Primada y refuerzan la belleza misma de Toledo gracias a un conjunto de campanas imponente y singular en el mundo. Y en el centro, San Eugenio, la campana “Gorda”, la más grande de España (de casi 15 toneladas), con la enorme cicatriz que la dejó muda el mismo año que fue colocada, en 1.755.
Cuando uno mira “la campana Gorda” desde la base de la Primada es razonable preguntarse cómo se pudo subir a aquella mole hasta donde debía descansar ya para siempre. Cuentan las crónicas que el alférez de fragata Manuel Pérez dirigió aquella operación en la que participaron tres guardianes de navío al frente de un total de 22 marineros ayudados por la fuerza de varias parejas de bueyes. Además, el vecino de Toledo, Manuel Maldonado, aportó cuatro maromas y dos cuerdas de cáñamo que pesaron cerca de dos mil kilos.
En el número 5 de la cuesta de San Justo, donde el maestro Gargollo había desarrollado el trabajo de fundición, se arrastró la campana hasta la base de la torre junto a la puerta de Las Palmas. Se construyó una gran rampa, a la que se adaptó lo que fue una vía con dos carriles para deslizar la plataforma sobre la que se montó la campana y a través de una garrucha fue subiendo lentamente al arrastre de los bueyes. Una vez arriba, ya en el que sería su hogar desde el que tañir, se deshizo el muro que separa dos de las rejas laterales para que pudiese meterse en el campanario, siendo luego reconstruido.
Y allí arriba descansa la campana de San Eugenio, presidiendo un conjunto de hasta 15 campanas (las once litúrgicas, las tres horarias del reloj, y una para señales), que desde el 6 de septiembre de 2011 -después de 28 años cerrada al público por motivos de seguridad en 1983-, puede ahora visitarse.
El recorrido, que sólo se realiza en grupos limitados y con la ayuda de un guía, se inicia atravesando desde una puerta del Claustro que da acceso a una primera escalera de cinco tramos, amplia, de treinta escalones, que llega al pasillo de la que fuera casa del campanero hasta los años 50, cuando la figura del encargado de dar vida a la sonoridad de las campanas desapareció para que este oficio se mecanizara y automatizara. El pasillo en cuestión desemboca en un vestíbulo situado debajo de la torre de las campanas en el se conserva la antigua maquinaria de poleas que accionaba el toque manual de las campanas, y hasta un siniestro “pozo”, de apenas 1 metro por metro, que llegó a ser utilizado como cárcel catedralicia.
Esa zona da acceso a una torre en la que hay que afrontar otros 32 escalones que llevan al visitante hasta la base del campanario. Desde allí, atravesando un balcón exterior que recorre parte de la fachada principal de la Catedral Primada, encontramos la última torre, con una estrecha escalera de 38 peldaños, que conduce hasta el campanario, con una imponente estructura de madera que, en una primera sala cuadrada permite ver, ‘cara a cara’, las nueve campanas litúrgicas (con San Eugenio en el centro), y otras 6 campanas en la sala superior (dos fijas que completan el conjunto de campanas litúrgicas, las tres campanas del reloj, y una pequeña de señales).
Las campanas
Las campanas litúrgicas de la Primada, como las de otros templos, fueron bautizadas antes de ser colocadas, con un nombre y un padrinaje específico, en una curiosa costumbre que aun se mantiene hoy en día y que consagra las campanas religiosas tras un ritual de lavado y exorcismo.
Así, además de San Eugenio -“la Gorda”-, San Ildefonso, y San Joaquín/Santa Leocadia (del S.XVIII), encontramos La Calderona (S.XV), La Resurrección y La Ascensión -o Espanta Diablos, o Sermonera (S.XVI), la Campana del Santo, San Sebastián y San Juan, (S.XVII), además de San Felipe y La Encarnación -La Prima- (del S.XIX).
El antropólogo y autor del portal, Francesc Llop (presidente de la Asociación de Campaners de Valencia), destaca que “lo singular de estas campanas, además de su gran tamaño (la Resurrección, la pequeña del conjunto, haría de mayor en muchas catedrales), es la forma, perdida, de tocarlas: además de las tres mayores fijas, las ocho oscilaban hasta quedar invertidas entre toque y toque, sin llegar a voltear completamente, costumbre de otras catedrales. Eso daba una sonoridad especial al moverse las ocho campanas del exterior, sonoridad ahora desaparecida”.
Alejandro Gargollo Foncueva, fundidor de campanas natural de Arnuero (Cantabria), elaboró en 1753 la gran campana de San Eugenio, impulsada por el arzobispo-cardenal de Toledo Luis Antonio Borbón (hijo de Felipe V y hermano de Carlos III), que decidió realizar un enorme desembolso para dotar a la Primada de una campana acorde a la grandeza misma de la Catedral.
La campana Gorda, sin embargo, quedó marcada desde su génesis. Tañó por vez primera el 8 de diciembre de 1755 y el sonido no fue el nítidamente esperado, quizá, al presentar una pequeña fisura en un lateral. Se cambió el badajo de hierro por uno de bronce para mejorar la sonoridad, pero la fisura se fue convirtiendo en una gran grieta de hasta 1,5 metros de longitud que, irremediablemente, la dejó muda para siempre. El aparejador argumentó el problema por un defecto de fundición, pero Gargollo no solo no asumió tal carga, sino que tampoco respondió a una de las cláusulas del acuerdo, por la que debía volver a fundir la campana en caso de salir defectuosa.
Sea como fuera, la grandiosidad del campanario de la Catedral Primada de Toledo es incontestable. Y la visita a la Primada bien merece el esfuerzo de caminar en vertical por la serie de escaleras, descubriendo, peldaño a peldaño, la historia de la catedral y la de su singular conjunto de campanas, con san Eugenio, “la Gorda”, en el centro.