18 Dic El Auto de los Reyes Magos vuelve a La Primada
Ochocientos años después, el “Romance a los Santos Reyes”, como se tituló originalmente este singular texto (la primera obra de teatro escrita en castellano), volverá al lugar donde fue escrito en el S.XII. El actual cabildo y la Compañía Nacional de Teatro Clásico rinden homenaje de esta forma a la Primada y al canónigo que la encontró en el S. XVIII, don Felipe Fernández Vallejo.
El Auto de los Reyes Magos es una pieza dramática toledana del siglo XII, de autor anónimo, que es considerada como la primera obra de teatro escrita en castellano. El nombre hace clara referencia al contenido de la representación (la Epifanía o Adoración de los Reyes Magos), y se lo asignó el ilustre escritor Menéndez Pidal a comienzos del S.XX, cuando el manuscrito tenía su depósito definitivo en la Biblioteca Nacional. Pero fue un canónigo de la Primada, don Felipe Fernández Vallejo (1739-1800), quien lo encontró primero en un antiguo códice en la biblioteca del Cabildo catedralicio de Toledo identificado con la signatura 6-8, y le dio el título de «Romance a los Santos Reyes, una representación de la Fiesta de la Epiphanía».
La obra está compuesta de 147 versos que constituyen un texto incompleto de diversa métrica (polimétricos), y ocupa las dos últimas hojas de un antiguo códice manuscrito en latín que contiene la Glossa ordinaria de Walhafrid Strabo (870-849) y Anselmo de Laon al Cantar de los Cantares, un comentario del Apocalipsis (5, l), y la glosa de Gilbert de la Porrée o el Universal (-1154) a las Lamentaciones de Jeremías. El códice lo custodia la Biblioteca Nacional desde su desamortización en 1869.
El investigador toledano Isidoro Castañeda Tordera analiza el auto en el capítulo «Representaciones dramáticas en el ciclo litúrgico» del libro La Catedral de Toledo. Dieciocho siglos de historia (2010), y divide la trama de la obra en siete partes: “(…) comienza con los monólogos de los tres Reyes, Magos o Astrónomos en los que se interrogan sobre el significado de Ia observación de la estrella como anuncio del nacimiento del Niño Dios («¿Es? ¿Non es?», dice Melchor, v. 45) (v. 1-51). Cada uno dibuja un carácter dramático reconocible que oscila entre el escepticismo y la resolución. La cuarta escena resuelve su unión y puesta en camino hacia Belén, con la decisión de cerciorarse de su convicción por medio de la presentación de ofrendas (oro, mirra e incienso -éste ultimo será la prueba definitiva de la divinidad del Niño Jesús) (v. 52-73). La quinta escena es la del encuentro con Herodes y su interrogatorio (v.74-106). Sigue el monólogo de Herodes en el cual se muestra dubitativo y envidioso (v. 107-126). Finalmente, el planteamiento de su resquemor a los sabios de su corte, quienes recurren a la tradición escrita para cerciorarse de la verdad de la nueva (v. 127-147)”.
El Auto de Inocentes
Tras su paso por el madrileño Teatro Nacional de la Comedia desde comienzos de septiembre hasta el pasado 21 de octubre de 2018, la Compañía Nacional de Teatro Clásico inicia este año en Toledo (4 de enero), la primera de las representaciones extraordinarias que llevarán la obra por otras catedrales (entre ellas, León, Burgos, Cuenca y la mezquita-catedral de Córdoba).
Pero el “Auto de Inocentes” no es exactamente la representación del “Auto de los Reyes Magos”, sino que utiliza sus versos, como hace con otros textos clásicos, para incluirlos en los diálogos de una desgarradora historia de un grupo de inmigrantes en un campo de refugiados. El autor de la obra, Pedro Víllora, asegura que ha respetado escrupulosamente la métrica y el texto del auto original (con las lógicas adaptaciones de algunos términos propios del lenguaje del S.XII que ahora resultarían incomprensibles), y que para la representación en la Primada sólo se tendrán que cambiar algunos aspectos esceanográficos para ajustarla al espacio catedralicio. Y recuerda que esta es la primera vez que la Compañía Nacional de Teatro Clásico va a representar el Auto de los Reyes Magos, superando el incomprensible rechazo del mundo de la cultura hacia los autos sacramentales en general, y hacia el que debe ser considerado como “un monumento iniciador para el teatro y la literatura en España, y para la fé de muchas personas”.
Como el mismo autor definió en la autocritica de la obra publicada en su blog literario de ABC, “Auto de los inocentes no es una obra original, aunque tres cuartas partes del texto sean de nueva creación. Tampoco es exactamente una adaptación, pese a que incluya el Auto de los Reyes Magos, tres piezas del Romancero viejo y sendos fragmentos del Auto de La vida es sueño, de Calderón, y del Auto del Hospital de los locos, de Valdivielso. Es un encuentro de dos tiempos por medio del teatro: el presente trágico de los refugiados (exiliados, desclasados, marginados, víctimas de una violencia que no se sacia), y el carácter ejemplar, aleccionador, a veces sanador y tal vez ilusionante de las creaciones artísticas”.
La tradición iconográfica de las Epifanías
Del latín tardío epiphanīa, y este del griego ἐπιφάνεια (epipháneia), el término epifanía significa “manifestación, aparición o revelación”, y da nombre a la festividad que celebra la Iglesia católica cada 6 de enero conmemorando la adoración de los Reyes Magos (tal y como se relata en el Evangelio según San Mateo), aunque, originariamente, muchas antiguas culturas orientales ya celebraban en esa fecha el aumento de la luz solar tras el solsticio de inverno, y sigue siendo considerada en la actualidad como la Navidad por la Iglesia Armenia.
El único evangelista que hace referencia a la epifanía es san Mateo (2, I.1-2): “Llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos diciendo ¿Dónde está el rey de los judios que acaba de nacer?(…)Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abrieron sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra)”. Pero aunque la Biblia no cita el nombre y el número de los sabios protagonistas, ya aparecían como “steleros” en uno de los evangelios apócrifos el Protoevangelio de Santiago del año 150, y como “reyes” en el de Tertuliano (160-245), denominación que se generaliza como “reyes magos” a partir del S.XI. El hecho de que los magos sean tres se asocia a los tres dones que ofrecieron al Niño Jesús. Y los nombres, (“Melchior, Caspar y Balthasar” -en el auto-, Melchor, Gaspar y Baltasar – en la actualidad), también proceden del Evangelio Armenio y describen las tres razas conocidas por entonces; la europea, la asiática y la africana.
Según la leyenda, los tres reyes magos se convirtieron al Cristianismo y llegaron a ser obispos y mártires de la Iglesia en el año 70 d.C, por lo que sus restos mortales se guardaron en un sarcófago que recuperó Santa Helena, madre del emperador Constantino, y que aún puede verse en la catedral de Colonia, haciendo universal el fervor a los reyes magos en todo el mundo.
Por todas estas razones, en las representaciones de la Epifanía siempre suelen aparecer los tres reyes magos adorando al Niño Jesús con la Virgen María y san José, y en ocasiones con otros elementos principales de la iconografía de La Adoración (como la estrella que guió el recorrido de los reyes hasta Belén) y otros secundarios (como una mula y un buey, pajes, pastores, ángeles, etc…), relacionados con el humilde establo o Portal donde nació en Belén el hijo de Dios.