Pilares de la Primada (4), Arzobispos Contemporáneos

Les presentamos a los protagonistas de la última época del episcopologio toledano; los arzobispos posteriores al Concordato de 1851. Herederos de los primitivos obispos visigodos y mozárabes, de los precursores del Toledo de las tres culturas y de los grandes cardenales del Toledo imperial, los últimos pastores de la diócesis primada han sido los encargados de defender a la Iglesia en los convulsos acontecimientos que sacudieron España desde el S.XIX hasta mitad del S.XX, manteniendo la primacía toledana y forjando la independencia y autonomía frente a los poderes políticos que reclamaban los nuevos tiempos.

Como analizamos en la revista anterior, los conflictos entre la Iglesia y la Monarquía por el reparto de sus privilegios medievales ya intentaron zanjarse con un primer Concordato en 1753 entre Benedicto XIV y Fernando VI, en el que se pactó el apoyo de la Iglesia a la corona española, manteniendo el patronato regio, pero limitando la influencia real en parcelas como dispensas matrimoniales, peticiones de particulares y patronatos laicales.

Pero España fue triste protagonista desde el S.XIX hasta mitad del S.XX por las revueltas y guerras, internas y externas, que sirvieron de excusa, en un creciente clima anticlerical, para la expropiación de bienes de la iglesia con los que sufragar las contiendas militares, lo que provocó nuevos desencuentros entre la Iglesia y los gobiernos de turno.

Con el estallido de la guerra de la Independencia entre España y Francia, tanto las tropas napoleónicas como las españolas confiscaron propiedades religiosas desde 1809 hasta 1813, una práctica que continuó durante el Trienio Liberal, se generalizó con el Decreto de Desamortización de Mendizábal (1836), y volvió a repetirse durante los gobiernos de Espartero (1841) y de Madoz (1855), lo que supuso un enorme expolio del patrimonio artístico religioso español, que acabó en el extranjero o, simplemente, fundido en oro o plata para ser amonedado o vendido al peso.

Esta insostenible situación propició la firma del Concordato de 1851, un acuerdo auspiciado por Isabel II en el que participó el arzobispo de Toledo, Juan José Bonel y Orbe (1849-1857), para conseguir que el gobierno de Juan Bravo Murillo cesara los saqueos a templos religiosos, reconociera a la Iglesia católica como la única de la nación española, y reestableciera el derecho a poseer bienes.

La rebelión del tío de Isabel II, Carlos María Isidro, provoca la primera Guerra Carlista que en 1868 fuerza el exilio de la reina y la elección de Amadeo de Saboya como nuevo monarca, el primero elegido por las Cortes. De nuevo, se complica la relación entre el estado y la Iglesia como se evidencia en los tres exilios de Fray Cirilo Alameda antes de acceder al arzobispado de Toledo (1857-1872), o la tensa relación de su sucesor, Juan Ignacio Moreno Maisonave (1875-1884), con un gobierno que, tras una segunda guerra carlista, proclamó la primera República en España.

Una vez más se queman y saquean templos religiosos durante los once meses de la revuelta republicana hasta que se reinstaura la monarquía con Alfonso XII. Tras La repentina muerte del rey, su hijo (Alfonso XIII) no consigue superar la enorme crisis económica y social heredada. Los arzobispos Fray Zeferino González y Díaz-Tuñón (1885-1886), Miguel Payá y Rico (1886-1891) y Antolín Monescillo y Viso (1892-1898), fueron los tres últimos en dirigir la diócesis primada en vísperas del nuevo ambiente anticlerical y prebélico que desencadenó la instauración de II República (1931) y la Guerra Civil (1936), los años más difíciles para la Iglesia y para el conjunto de la población española.

Al acabar la guerra, a pesar de la reapertura de las iglesias al culto y la normalidad formal, las diferencias de fondo con la dictadura de Franco impidieron firmar hasta 1953 un Concordato con la Santa Sede, con el que el régimen militar dotó a la Iglesia en España de privilegios, a cambio del reconocimiento internacional de España como estado católico.

Finalmente, el Concilio Vaticano II eliminó la influencia del Estado en la Iglesia, principio que ha guiado los posteriores acuerdos entre el Estado Español y la Santa Sede desde la llegada de la democracia.

Entre otros, les presentamos a algunos arzobispos toledanos que fueron y son protagonistas de la defensa de la Iglesia y de su autonomía frente a los poderes políticos, de distinta ideología, que se han sucedido en la historia contemporánea española.

 

(1898-1909) Beato Ciriaco María Sancha y Hervás

Nació en 1833 en Quintana del Pidio (Burgos), en el seno de una humilde familia de trabajadores del campo. En 1852 ingresa en el Seminario Santo Domingo de Guzmán, donde se ordenó sacerdote seis años después. Completó sus estudios en la Universidad de Salamanca y en 1862 se trasladó a Cuba como secretario del arzobispo don Primo Calvo y Lope (natural de Burgo de Osma), que había sido nombrado arzobispo de Santiago de Cuba.

En 1875 fue nombrado obispo auxiliar de Toledo, un año después obispo en la Colegiata de san Isidro (Madrid), en 1882 obispo de Ávila, en 1886 obispo de Madrid, en 1892 arzobispo de Valencia, y en 1894 el papa León XIII lo crea cardenal de la Iglesia, cargo con el que accede al arzobispado de Toledo en 1898.

En su pontificado toledano llevó a cabo una intensa labor pastoral y social entre los más necesitados (promoviendo los primeros movimientos para la unidad de los católicos y las escuelas gratuitas para obreros a través del Patronato de Escuelas Católicas de Toledo), y puso en marcha la primera Asamblea Plenaria del Episcopado en 1907, méritos por los que Benedicto XVI impulsó en 2006 su beatificación (2009).

Su cuerpo reposa en una urna de plata bajo la mesa del altar de la Capilla de San Pedro de la Catedral Primada.

 

(1909-1913) Gregorio Mª Aguirre García

Nació en la localidad leonesa de Pola de Gordón en 1835, donde realizó sus primeros estudios antes de entrar en el seminario de León. A los veintiún años ingresa en el Colegio de Misioneros para Extremo Oriente de la Orden franciscana en de Pastrana (Guadalajara), donde vistió el hábito en 1856 y fue ordenado en 1859.

En 1862 fue enviado a Filipinas al frente de la IV Misión, aunque regresa a España al ser nombrado rector de los Colegios de Consuegra (1863), Pastrana (1870),  Almagro (1878), y La Puebla de Montalbán (1881).

En 1885 fue consagrado como obispo de Lugo, en 1894 arzobispo de Burgos, en 1899 de Calahorra y La Calzada, en 1907 el Papa san Pío X lo creó cardenal de la Iglesia y, dos años después, accede al cargo de arzobispo de Toledo, donde dejó gran huella por su apostolado social católico, desde donde impulsó el movimiento de Acción Católica en toda España.

Falleció en 1913 y recibió cristiana sepultura en una tumba situada a la entrada de la Capilla de Ntra. Sra. del Sagrario de la Catedral Primada.

 

(1914-1920) Victoriano Guisasola y Menéndez

Nació en Oviedo en 1852, en cuyo seminario estudió hasta que en 1868 pasa a la Universidad de Santiago de Compostela. En 1876 fue ordenado presbítero por su tío paterno, Mons. Victoriano Guisasola y Rodríguez, obispo de Ciudad Real, ciudad donde comienza a trabajar como canónigo doctoral de su Catedral y catedrático de Derecho Canónico en el Seminario del Priorato.

Acompañó a su tío como secretario y provisor diocesano en Orihuela y Santiago de Compostela hasta que en 1893 es nombrado obispo de Osma. En 1897 fue trasladado a la sede episcopal de Jaén, cuatro años después nombrado obispo de Madrid-Alcalá, en 1905 arzobispo de Valencia y, finalmente, en 1914 accede al arzobispado de Toledo y es nombrado Cardenal.

Como máximo responsable nacional de la Acción Católica promovió el desarrollo del sindicalismo agrario a la vez que apoyó al Grupo de la Democracia Cristiana, por lo que sufrió la denuncia de los integristas ante Roma. También fue el fundador de la Acción Católica femenina en 1919.

Murió en Madrid, en el Palacio de la Cruzada, y fue enterrado por voluntad propia en la Capilla del Seminario Conciliar de Toledo.

 

(1922-1927) Enrique Reig y Casanova

Nació en Valencia en 1859, donde comenzó sus estudios eclesiásticos en el seminario conciliar, aunque los abandonó desde 1880 a 1886 para estudiar Derecho en la Universidad de Valencia y un posterior doctorado en la Universidad Central de Madrid.

Contrajo matrimonio en 1883 con Francisca Albert Reig, con la que tuvo dos hijos que fallecieron durante la epidemia de cólera de 1885. Esto llevó a Reig a replantearse su vocación eclesiástica, Se ordenó sacerdote en 1886 y desempeñó las tareas de catedrático de Historia Eclesiástica, capellán de Nuestra Señora de Gador y fiscal de la subdelegación castrense de Almeria. Con posterioridad se desplazó a Mallorca para, entre otros cargos, ejercer como vicario general y ecónomo del obispado o canónigo penitenciario de la catedral.

En 1901 fue nombrado canónigo de la catedral de Toledo, y cuatro años más tarde Auditor del Supremo Tribunal de la Rota española en Madrid, donde también fue elegido como primer rector de la Universitaria Católica.

En 1914 fue nombrado obispo de Barcelona, en 1920 arzobispo de Valencia, y en 1922 el papa Pío XI le creó cardenal de la Iglesia romana y fue nombrado arzobispo de la silla primada de Toledo donde, entre otras iniciativas, celebró el VII centenario de la catedral y coronó a la Virgen del Sagrario

Reig y Cassanova falleció en 1927 como con secuencia de una grave enfermedad y dejó un gran legado en el campo social y de la Acción Católica, por medio de la prensa y del movimiento obrero católico.

 

(1927-1931) Pedro Segura y Sáenz

Nació en 1880 en Carazo (Burgos), donde sus padres ejercían como maestros rurales. En 1894 ingresa en el Seminario Pontificio de Comillas y, tras ser ordenado como sacerdote, ocupa la Cátedra de Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Burgos. En 1912 obtuvo por oposición la canonjía de doctoral en la Catedral de Valladolid hasta ser nombrado secretario diocesano por el cardenal y arzobispo don José María de Cos y Macho.

En 1916 fue nombrado obispo auxiliar de Valladolid, en 1920 Obispo de Coria, seis años después arzobispo metropolitano de Burgos, y en 1927 cardenal arzobispo de Toledo, donde reorganizó los Arciprestazgos y creó un Comisión de Obras para la mejora de las Casas Rectorales.

Por su defensa a la monarquía y sus famosas sus conferencias cuaresmales en la Catedral, “las Sabatinas”, las autoridades republicanas lo detuvieron y deportaron a la frontera francesa. Exiliado en Roma, en 1931 renuncia a la sede arzobispal de Toledo aunque, ante la muerte del cardenal don Eustaquio Ilundain Esteban, el papa Pío XI lo nombra arzobispo de Sevilla en 1935.

Al regresar a España se enfrentó también con el régimen de Franco y condenó las alianzas de España con los regímenes de Alemania e Italia. Aunque falleció en Madrid, en cumplimiento de su última voluntad, su cadáver fue trasladado a Sevilla donde fue enterrado en la cripta del monumento al Sagrado Corazón de Jesús (San Juan de Aznalfarache).

 

(1933-1940) Isidro Gomá y Tomás

Nació en La Riba (Tarragona) en 1869, e ingresó en los seminarios de Montblanc (Conca de Barberá) y de la capital. Recibe la ordenación sacerdotal en 1895 y es destinado como coadjutor parroquial hasta que entra al Seminario Pontificio de Tarragona como profesor en 1897, pasa a dirigirlo como rector en 1899, y accede como canónigo de la catedral en 1907.

El papa Pío XI lo nombra Obispo de Tarazona de Aragón y administrador apostólico de Tudela en 1927, y le encarga normalizar las relaciones entre la Iglesia y el gobierno republicano español en un ambiente anticlerical que supuso la expulsión de España del arzobispo de Toledo y la quema de templos e iglesias.

Creado cardenal en 1935, Gomá viaja a Roma al estallar la guerra civil, donde el papa le nombra representante oficioso ante el gobierno de Franco. Pasa la guerra en Pamplona, donde escribe diferentes pastorales sobre la guerra y redacta la carta colectiva. Una vez finalizada la guerra verá censurada su carta pastoral “Lecciones de la guerra y deberes de la paz”, en la que promovía la reconciliación, criticando a Falange. También tuvo problemas con el gobierno por defender el uso de las lenguas vernáculas en Cataluña y el País Vasco.

Murió en Toledo en 1940, donde también fue enterrado, según sus disposiciones, en la Capilla de la Virgen del Sagrario de la Catedral Primada.

 

(1942-1968) Enrique Plá y Deniel

Nació en Barcelona en 1876, donde comenzó los estudios eclesiásticos que completó en 1894 en el Pontificio Colegio Español de Roma, donde es ordenado sacerdote. Reintegrado en su diócesis natal como párroco, pone en marcha el Patronato Obrero de Pueblo Nuevo antes de conseguir por oposición una canonjía en la Catedral de Barcelona, desde donde continuó la promoción de los laicos por medio de la Acción Católica y el apostolado entre la clase obrera a través de la Revista Social, el Anuario Social y el semanario obrero El Social.

A pesar de su resistencia inicial, fue nombrado obispo de Ávila en 1918, obispo de Salamanca en 1935 y, finalmente, arzobispo de Toledo en 1941, donde centró su acción pastoral en la reconstrucción espiritual y patrimonial de la diócesis tras la Guerra Civil, restaurando el Palacio Episcopal, los tres Seminarios diocesanos de Toledo y Talavera, así como numerosos templos, parroquias, conventos y casas rectorales.

Por su diligencia pastoral y su trabajo, el papa Pío XII le creó cardenal en 1946 y presidió el Congreso Nacional de la Juventud de Acción Católica en el Año Compostelano (1946), el Congreso Eucarístico Nacional de Granada en 1956 y el Congreso Mariano Nacional en Zaragoza en 1954. Apoyó los movimientos de apostolado obrero,  especialmente de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y de la Juventud Obrera Católica (JOC), a pesar de la oposición del régimen franquista a los movimientos sindicales católicos. Este enfrentamiento trascendió a la opinión pública y sirvió para reforzar la autoridad moral del cardenal Plá como defensor de la autonomía de la Iglesia frente a las injerencias del Estado.

Falleció en Toledo el 5 de julio de 1968, siendo enterrado, según su deseo, en la Capilla de la Virgen del Sagrario de la Catedral Primada.

 

(1969-1972) Vicente Enrique y Tarancón

Nació en una humilde familia de labradores en 1907 en Burriana (Castellón), donde estudio en el Colegio de Religiosas de Nuestra Señora de la Consolación y en la escuela particular del sacerdote Francisco Linares. En 1917 ingresa en el Seminario Conciliar de Tortosa (Tarragona), y completó sus estudios en la Universidad Pontificia de Valencia antes de ordenarse como sacerdote en 1929.

Trabajó como coadjutor y organista de la parroquia de Vinaroz hasta que en 1933  ingresa en la Casa del Consiliario de Madrid para la formación de sacerdotes dedicados a la promoción de la Acción Católica. Regresa a su pueblo natal como párroco y arcipreste de Vinaroz y, en 1943, fue nombrado párroco-arcipreste de Villarreal de los Infantes.

En 1945 fue nombrado obispo de Solsona (Lerida), en 1964 arzobispo de Oviedo, y en 1969 arzobispo de Toledo, desde donde como cardenal, la Santa Sede le confía provisionalmente la diócesis de Madrid-Alcalá como Administrador Apostólico. Durante seis meses dividió su tiempo entre Toledo y Madrid hasta que el 4 de diciembre de 1971 se hizo pública la noticia de su traslado definitivo a la sede arzobispal de Madrid.

Fue el representante del sector más abierto a la renovación eclesial de la Conferencia Episcopal Española, que presidió desde 1972 hasta 1981, y luchó por la independencia de la Iglesia del poder político, por la no identificación de la Iglesia con el Régimen, y por la reconciliación de los españoles, intentando superar definitivamente las heridas de la Guerra Civil.

Al cumplir la edad reglamentaria, presentó su dimisión y vivió retirado en su ciudad natal hasta pocos días antes de su muerte, que le sobrevino en Valencia en 1994 a causa de una bronquitis crónica.

 

(1972-1995) Marcelo González Martín

Nació en Villanubla (Valladolid) en 1918, en el seno de una modesta familia que quedó huérfana de padre. Realizó sus primeros estudios en el Seminario de Valladolid y, más tarde, en la Universidad Pontificia de Comillas. Se ordenó en 1941 y trabajó como docente en el Seminario Diocesano y en las Facultades de Medicina y Derecho de la Universidad Civil de Valladolid.

En 1960 es nombrado obispo de Astorga, en 1966 coadjutor del arzobispo de Barcelona, Gregorio Modrego y Casaus, a quien sucede en 1967. Finalmente, el Papa san Pablo VI lo nombra arzobispo de Toledo en 1971 y dos años después Cardenal.

En su afán de profundizar la formación sacerdotal, creó el Centro de Estudios de Teología Espiritual (CETE), dando un fuerte impulso al Seminario diocesano, sobre todo, tras la publicación de  la pastoral “Un Seminario nuevo y libre”· También creó el Foro Diocesano de Laicos, la Casa San José para la formación permanente del clero el Seminario de Santa Leocadia, el Seminario menor en la localidad de Mora, además de convocar el XXV Sínodo Diocesano.

En 1993 presentó su renuncia al papa como arzobispo de Toledo al cumplir 75 años. Falleció el miércoles 25 de agosto de 2004 en Fuentes de Nava (Palencia) y fue enterrado, según su voluntad, en la capilla de San Ildefonso de la Catedral Primada.

 

(1995-2002) Francisco Álvarez Martínez

Nació en la parroquia de Santa Eulalia de Ferroñes, Llanera (Oviedo) en 1925. Hizo sus estudios en el Seminario Diocesano de Oviedo y los de Doctorado en Derecho Canónico en las Universidades Pontificias de Salamanca y Comillas, antes de ser  ordenado sacerdote en Oviedo en 1950.

Preconizado obispo de Tarazona en 1973, de Calahorra y La Calzada-Logroño en 1977, de Orihuela-Alicante en 1978, y de Toledo en 1995, también fue delegado de los Institutos Seculares de la Conferencia Episcopal Española entre 1974/1983, miembro de la comisión Episcopal para el Patrimonio Cultural (1993/1996), y miembro del Comité Ejecutivo (1996/1999), y de la Comisión Mixta de Obispos y Superiores Mayores y del Consejo de Presidencia de la CEE.

Creado Cardenal en 2001, el Papa aceptó su renuncia como arzobispo primado y le nombra miembro del Consejo de la Curia Vaticana (para los Laicos, y para la Promoción de la Unidad de los Cristianos).

 

(2002/2009) Antonio Cañizares LLovera

Nació en la localidad valenciana de Utiel en 1945. Cursó los estudios eclesiásticos en el Seminario diocesano de Valencia y en la Universidad Pontificia de Salamanca, y fue ordenado sacerdote en Sinarcas (Valencia), donde desarrolló los primeros años de su ministerio antes de ejercer como docente en la Universidad Pontificia de Salamanca, y en el Seminario Conciliar y el Instituto Superior de Ciencias Religiosas y Catequesis de Madrid, del que fue director hasta 1992, además de director del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española.

El Papa Juan Pablo II le nombra Obispo de Ávila en 1992, de la diócesis de Granada en 1997, y Administrador Apostólico de la diócesis de Cartagena entre enero y octubre de 1998, hasta que en 2002 fue nombrado Arzobispo de Toledo y en 2006, Cardenal de la Iglesia. En 2008, el Papa Benedicto XVI le nombró Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, y en 2014, el Papa Francisco le nombra arzobispo de Valencia.

 

(2009/2019) Braulio Rodríguez Plaza

Nació en 1944 en la localidad madrileña de Aldea del Fresno. Fue ordenado sacerdote en Madrid en 1972. Pasó a regir la diócesis de Osma-Soria en 1987, la de Salamanca en 1995 y la de Valladolid en 2002, hasta que el 21 de junio de 2009, a los 65 años, es nombrado arzobispo de Toledo, cargo al que renunció en 2019 al cumplir los setenta y cinco años, como establece la legislación canónica.

En la entrevista publicada en el primer número de esta revista descubrimos que don Braulio no se imaginó nunca llegar a ser Arzobispo de esta diócesis; que no recordaba cuándo la visitó por primera vez pero sí la fecha exacta de la primera eucaristía que ofició en la Catedral de Toledo (en las Semanas de Teología Espiritual de 1998, siendo ya Obispo de Osma-Soria).

 

(2019/actualidad) Francisco Cerro Chávez

Nació el 18 de octubre de 1957 en la localidad cacereña de Malpartida y cursó los estudios de Bachillerato y de Filosofía en el seminario de Cáceres, completándolos en el de Toledo, donde fue ordenado sacerdote el 12 de julio de 1981. Inició su ministerio sacerdotal como vicario parroquial de «San Nicolás», consiliario de Pastoral Juvenil, colaborador de la parroquia de «Santa Teresa», y director de la casa diocesana de Ejercicios Espirituales. En 1989 es nombrado capellán del Santuario Nacional de la Gran Promesa en Valladolid, donde desarrolla una gran labor docente como miembro del consejo presbiteral diocesano hasta ser nombrado Obispo de Coria-Cáceres en 2007.

Fundador de Instituto Secular Cor Iesu, miembro fundador de la «Fraternidad Sacerdotal del Corazón de Cristo», presidente del Diaconado Permanente de la Conferencia Episcopal Española y miembro de sus Comisiones de Misiones y de Episcopal del Clero, regresa a Toledo treinta y nueve años después como Arzobispo Primado, con el aval de su carrera sacerdotal, y el compromiso de servir a toda la diócesis y, por extensión, a toda la Iglesia en España y en el mundo.



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