
18 Dic Los “pilares” de la Primada…y de toda la diócesis toledana
La historia de Iglesia en Toledo a través de sus obispos (1)
Aunque es difícil comprimir en unas pocas páginas toda la historia de la iglesia toledana desde la vida y la obra de sus obispos (su episcopologio), hemos resumido su milenaria trayectoria en la primera entrega de este reportaje en el que también presentamos las cinco reseñas de los considerados obispos primitivos de la diócesis. Como irán descubriendo, todos estos obispos primados (retratados a partir de san Eugenio en la Sala Capitular), forman parte de un grupo de prelados, de personas, que han marcado el devenir de la iglesia en Toledo, en su catedral y en toda la diócesis…y en ocasiones hasta en el resto de España y fuera de sus fronteras.
En los últimos años, el cabildo primado ha publicado dos libros imprescindibles para conocer la historia de la Iglesia en Toledo: Los Arzobispos de Toledo en la Edad Moderna y Contemporánea. Episcopologio Toledano (2017), de don Ángel Fernández Collado (actual obispo de Albacete y obispo auxiliar de Toledo cuando se editó el trabajo), y San Ildefonso y otros Obispos de la Iglesia Visigótica y Mozárabe (2018), del canónigo emérito toledano don Ramón Gonzálvez Ruiz.
Nada más podemos ni debemos aportar a estos enormes trabajos de investigación en una publicación como ésta. El primero aborda las semblanzas biográficas de los últimos 42 arzobispos de Toledo, desde don Pedro González de Mendoza hasta el actual Monseñor don Braulio Rodríguez Plaza. Y lo hace de forma objetiva y sintética, tanto con los prelados de la llamada “edad dorada” de la diócesis primada (además de Toledo incluía las diócesis de Madrid, Getafe, Alcalá, Ciudad Real, parte de las provincias de Guadalajara, Albacete, Jaén, Badajoz, Cáceres y Granada, el Adelantamiento de Cazorla y hasta la ciudad africana de Orán), como con los que convivieron con la dinastía borbónica en el S.XVII y las dificultades de la Amortización, o con la de los arzobispos contemporáneos que se han convertido, dentro y fuera de la diócesis toledana, en protagonistas de la historia de la transición española y la actual Iglesia católica en España.
Nada más podemos ni debemos aportar a estos enormes trabajos de investigación en una publicación como ésta. El primero aborda las semblanzas biográficas de los últimos 42 arzobispos de Toledo, desde don Pedro González de Mendoza hasta el actual Monseñor don Braulio Rodríguez Plaza. Y lo hace de forma objetiva y sintética, tanto con los prelados de la llamada “edad dorada” de la diócesis primada (además de Toledo incluía las diócesis de Madrid, Getafe, Alcalá, Ciudad Real, parte de las provincias de Guadalajara, Albacete, Jaén, Badajoz, Cáceres y Granada, el Adelantamiento de Cazorla y hasta la ciudad africana de Orán), como con los que convivieron con la dinastía borbónica en el S.XVII y las dificultades de la Amortización, o con la de los arzobispos contemporáneos que se han convertido, dentro y fuera de la diócesis toledana, en protagonistas de la historia de la transición española y la actual Iglesia católica en España.
De la reciente investigación de don Ramón Gonzálvez, centrada en los obispos toledanos de la época visigoda y mozárabe que rigieron la diócesis entre los S.VI y S.VIII, cabe destacar el protagonismo que el autor otorga a san Ildefonso (657-667) ya que es uno de los pilares de la Iglesia toledana, de la catedral Primada, y de la propia ciudad, de la que es su patrono.
En esta primera entrega narrativa sobre el episcopologio toledano solo vamos a reseñar a los primitivos obispos san Eugenio II, san Ildefonso, Coxila, Elipando de Toledo y Eulogio de Córdoba, después de sintetizar en una línea de tiempo la historia de Iglesia toledana a través de las personas que la han dirigido, y a los que seguiremos conociendo en futuras ediciones de la revista.
San Eugenio II de Toledo, arzobispo toledano entre los años 646-657. Llamado Eugenio en algunas fuentes históricas y Eugenio II de Toledo tras la publicación de su biografía por don Juan Francisco Rivera en el S.XX –Los Arzobispo de Toledo en el XVII. Anales toledanos 3 (1971) pp 181-217 -. Fue sucedido por otro obispo llamado Eugenio III en el S.XV (lo que invalida la denominación del protagonista de esta semblanza como Eugenio III -como llegó a ser retratado en la sala Capitular-, o la existencia de un tercer obispo con el mismo nombre -como se defendió entre los S.XII y XX-). Aunque hay documentación de hasta tres antecesores, es considerado por muchos como el primer obispo de Toledo, y destacó por su magisterio en la escuela catedralicia y su enorme producción literaria. Conocido, sobre todo, por las leyendas en torno a su muerte como mártir, y por el traslado, posterior desaparición, y milagroso reencuentro de su cuerpo (que recorrió media Europa hasta llegar a la abadía de Sant Denis de París). El regreso de sus reliquias a la Primada está documentado un 18 de noviembre de 1565, a hombros del rey Felipe II, en una de las ceremonias más solemnes de la historia de Toledo (inmortalizada en los frescos del claustro).
También fue el primer obispo toledano que eligió la basílica de santa Leocadia para ser enterrado, lo que engrandeció la devoción de la ciudad hacia su santa patrona y dio lugar a la elección de ese lugar, durante siglos, como panteón casi oficial de los prelados toledanos.
San Ildefonso de Toledo, (657-667). Patrono de la ciudad (que celebra su festividad el 23 de enero), da nombre a una de las capillas catedralicias originales del centro del ábside, tal y como decidió el arzobispo impulsor del templo, Jiménez de Rada.
El Acta Sanctorum que documenta los méritos de San Ildefonso hace mención especial al milagro de “El Descendimiento de la Santísima Virgen y de su Aparición”, fechado la noche del 18 de diciembre de 665, cuando el entonces arzobispo de Toledo vio una luz brillante en el interior del templo y al acercarse descubrió a la Virgen María que le dijo la frase que aparece inscrita en el claustro catedralicio: «Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería«.
En la Primada también se conserva todavía un fragmento de la piedra donde, según la tradición, la Virgen posó sus pies al descender en el interior de la antigua basílica toledana (construida por el Rey Recaredo en el 587), para imponer la casulla a san Ildefonso (escena que está representada en numerosos frescos y lienzos de la catedral).
Cixila (774-783) Fue el primero de los arzobispos de Toledo en el primer siglo de invasión musulmana de la península ibérica. Aunque apenas hay bibliografía sobre su vida y su obra, este arzobispo visigodo lo fue bajo el mandato del emir de Córdoba, por lo que debería pertenecer a la aristocracia mozárabe (descendientes de la familia real visigoda). Debe ser considerado como el autor de La Vita vel Gesta sancti Ildephonsi, los apuntes hagiográficos sobre la Vida y Obra de San Ildefonso.
En una de las épocas más difíciles de la historia de la iglesia católica toledana (la antigua basílica catedralicia es reconvertida en Mezquita y el culto católico se limita a celebraciones privadas en la iglesia de Santa María de Alfizén o en las de Santa Justa y Santa Eulalia), debe destacarse la contribución de Cixila para mantener viva la devoción al santo patrono de Toledo y para construir las bases de los años de posterior concordia con el mundo mozárabe.
Elipando de Toledo (783-807) Último representante mozárabe del S.VIII en la iglesia de Toledo. Arzobispo que vivió por entero en la época islámica y que pertenecía a una familia que no huyó de la ciudad tras la invasión árabe y a la que, como la de su antecesor, se le presupone alguna relación con la antigua monarquía visigoda.
En su afán por evidenciar el título de primada en la diócesis de Toledo así como de intentar el diálogo interreligioso con mozárabes e islamistas, Elipando acabó promoviendo doctrinas heréticas (adopcionismo cristológico), que cuestionaban la vertiente divina de Jesucristo, y que fueron reprobadas en el concilio de Frankfurt de 794 promovido por Carlomagno.
En cualquier caso, el obispo Elipando consiguió mantener la fidelidad a la fe cristiana de los católicos toledanos y, aunque no hay confirmación oficial, debió ser una de las víctimas de la llamada “jornada del foso” del año 807, cuando las autoridades islámicas llevaron a cabo una sangrienta matanza de todas las personas más relevantes de la ciudad de Toledo.
Eulogio de Córdoba ( +859). Arzobispo toledano mozárabe del S.XI que, sin embargo, murió mártir en su ciudad natal antes de ser consagrado y tomar posesión del cargo primado. De familia de estirpe senatorial (antiguos nobles hispanico-romanos), que nunca renunció a su condición de cristiana, se ordenó sacerdote y estuvo al servicio de la iglesia de San Zoilo de Córdoba, donde destacó por sus composiciones líricas y épicas en tono a la ciencia divina y, sobre todo, por su labor de apostolado. Frente a la resistencia armada, la sumisión o el exilio, Eulogio de Córdoba promulgó la causa del martirio voluntario como manifestación de la fe cristiana frente a los emires árabes.
Peregrinó a Roma junto a un amigo diácono, Teodemundo, visitando la ciudad de Toledo antes y después de su peregrinaje. Y debió dejar una gran impresión a los clérigos toledanos ya que, tras la muerte del obispo primado Wistremio (+858), este simple prebisterio cordobés fue designado arzobispo de Toledo, cargo que nunca ejerció porque fue decapitado el 11 de marzo del 859 junto a la joven cristiana cordobesa a la que protegía, Leocricia. Los restos de ambos santos se custodian en una urna de plata en la catedral de Oviedo.